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"El País Que Viene: Horizonte Común"
Original Language

Español

Country
El Salvador
Keywords
el pais que viene
horizonte comun
El Salvador
rol protagonico
realidad olividada

Adquiriendo un rol protagónico frente a una realidad social olvidada

Adquiriendo un Rol Protagónico frente a una realidad social olvidada

Eduardo H. Loyola Arguello (ISSUP Member)

El Salvador es un país geográficamente pequeño, con una historia caracterizada por el dolor, conflictos y grandes necesidades, pero donde el salvadoreño a pesar de ello dibuja una sonrisa en su rostro y abraza por siempre la esperanza de un mejor El Salvador. Soy Eduardo Loyola Arguello un joven salvadoreño de 33 años de edad, que no he sido ajeno a la realidad y antecedentes de nuestro país. Provengo de un hogar y familia ejemplar, donde me duele en el corazón aceptar que ese modelo hoy por hoy se convierte en excepción a la regla, pues por las calles es común escuchar a jóvenes y adultos hablar de la difícil situación familiar en la que viven y se desarrollan, caracterizado por la violencia doméstica, separaciones, divorcios, abandonos, ausencia de roles, etc. Provengo de una familia donde el amor, la unión, la fe y el respeto han sido y serán por siempre los pilares de mi familia, anhelo con el que sueño que nuestra niñez y nuevas generaciones vivan, aunque parezca una utopía. El haber crecido en un ambiente tan recogedor y sano no me privo de experiencias que marcaran mi vida y apretaran mi corazón en mi infancia y juventud. A los diez años de edad, en agosto de 1995, preso de mi dolor frente a la muerte de mi madre comienzo a recorrer un camino oscuro en el alcoholismo y en su momento de ciertas drogas que me privaban de mi realidad, un camino que termina diez años después siendo internado en un centro de rehabilitación por espacio de casi un año frente a un vacío existencial indescriptible.

Toda mi experiencia me comprometió a formarme a fin de poder luchar, aportar y apoyar a este gran sector poblacional olvidado y estigmatizado por nuestra sociedad. Soy fundador, terapeuta y director de una institución especializada para el tratamiento de adictos y lidero programas de prevención a nivel nacional donde de primera mano me encuentro con jóvenes muy comprometidos en su problemática que me sirven de espejo y me permite tomar un valor empático con ellos, viendo su humanidad.

Los jóvenes de nuestro país están creciendo sin darle mayor importancia al rumbo que llevan, sin conocer los verdaderos valores, sin escuchar las palabras sabias de aquellos que con sus propias experiencias nos alientan a reestablecer el concepto de humanidad.

Pienso que el mayor reto que tenemos es unirnos para lograr un país con un horizonte común y de objetivos compartidos, un El Salvador más armonioso con una sociedad sensible. La unión implica dejar de lado todo lo que nos separa comenzando desde lo personal, de abandonar el esquema de vida que adquirimos regido por la auto complacencia, la auto satisfacción, el relativismo absurdo, la búsqueda del poder y la autosuficiencia, esto refuerza las actitudes de conflicto entre los jóvenes, todo porque se pretende llegar primero y más rápido, de tener y acumular más cosas y nos volvemos insensibles ante la necesidad del otro pues nos desgastamos el búsqueda del placer egoísta llamado hedonismo.

Es más fácil asumir una postura de indiferencia y poca importancia que voltear la mirada frente a una problemática social generalizada donde los intereses corren en una sola vía, donde el gran afectado es el que sufre en el olvido y en el estigma social con el que el adicto esconde su dolor y sufrimiento detrás de una pipa, ausente de su conciencia y valor humano (en el caso de dependientes a sustancias psicoactivas) y aquella población de niños, niñas y adolescentes donde su inmadurez, rebeldía y bullicio clama por educación en cuanto a la prevención de adicciones y riesgos psicosociales, así como también de formación para el desarrollo de habilidades para la vida.

Frente a esa dura realidad y huérfana de roles protagónicos en todas sus esferas, es donde nace la necesidad de alzar la voz por aquellos que no la tienen, de utilizar posturas de liderazgo en la generación de la conciencia necesaria para ubicar dentro de la construcción de un horizonte común,  el apoyo a estos sectores poblacionales con énfasis en la prevención de nuestros jóvenes,  sin dejar a un lado el duro trabajo que los dependientes requieren para salir adelante con la bandera del amor y  no de la estigmatización delictiva que nuestra sociedad le ha colocado a estos, por siempre, seres humanos.

Es el momento justo donde todos aquellos agentes que ejercen alguna influencia social nos conjuguemos de manera articulada para trabajar por ello. Momento donde entidades tales como el gobierno, dispongan su voluntad política inclusiva, las iglesias su ordenamiento territorial, carismas y amor; la disposición del aparataje educativo público y privado en todos los niveles sin dejar a un lado a todas las organizaciones no gubernamentales y sobre todo el fortalecimiento del esquema familiar como institución primaria en la protección y educación en valores de sus miembros.

Es de todos conocido que uno de los entes que mayor influencia social genera son los medios de comunicación y redes sociales; en materia de prevención del desarrollo de adicciones y riesgos psicosociales valdría la pena poder utilizar este recurso como herramienta de formación que nos permita llegar donde las limitantes de recursos económicos y humanos no lo permite, apoyándonos de maestros, catequistas y líderes comunales entre otros para el desarrollo de toda una labor formativa y preventiva. Una iniciativa que le permita a los niños, niñas y adolescentes la educación en valores articulado con la prevención de adicciones y el desarrollo de habilidades para la vida.

Las consecuencias de no hacer las paces con esta realidad son incuantificables, pero resulta más fácil disfrazar y dispersar el tema utilizando la convulsionada sociedad en la que vivimos donde prevalecen en el día a día y en los titulares el alto índice de homicidios, la violencia generalizada por doquier, la frágil economía del país, una política corrupta donde los jóvenes aun no nos sentimos representados y la fractura de la familia en toda esencia conceptual.

El no tomar conciencia acerca de las consecuencias del no realizar nada dentro de un plan sistemático a mediano y largo plazo que busque atender las necesidades de esos dos grandes grupos tanto personas dependientes como nuestros vulnerables jóvenes, intrínsecamente acarreara un mayor gasto a la salud pública, enfrentándonos a una población predominantemente enferma en su salud física y mental. También nos estaríamos enfrentado a una escalada de violencia cada vez más aguda, pues el fenómeno de la drogodependencia se encuentra estrechamente vinculado con el cometimiento de delitos y desarrollo de toda personalidad antisocial del individuo. Basta el mencionar las dos consecuencias anteriores para denotar el deterioro en la calidad de vida de las personas en su individualidad, familias y por ende la sociedad en general, punto de partida o agudeza en los índices de pobreza nacional.

El fenómeno relacionado a las drogas no es una problemática aislada, puede llegar a determinar una sociedad si se analiza de forma objetiva.

Me causa temor el encontrarme con jóvenes que han idealizado negativas figuras de liderazgo a lo que ellos determinan como “exitosos” y que se convierten en un referente para la construcción de un estilo de vida, dado a su inmadurez y la alta influencia mediática a la que viven expuestos juegan un papel donde los factores de protección de ellos no son lo suficientemente fuertes para poder contrarrestar lo que sin duda, con el tiempo se llegaría a convertir en un sistema de perdida permanente tanto para ellos como para el mismo estado.

Para poder revertir los altos índices de exclusión que existen por parte de nuestra sociedad y Gobierno, debemos fortalecer tres puntos fundamentales de nuestro sistema democrático. El primero es que, como sociedad, se debe de propiciar un dialogo empático con aquellos actores tradicionalmente vistos como amenazas para poder entender sus origines, carencias y sueños, de la mano también de aquellas personas e instituciones que conocemos la problemática y que aun con nuestras limitantes la abordamos día a día. Es a través de este dialogo, que, como país, podremos dar un paso inicial al reconocimiento y legitimización de nuestras poblaciones olvidadas.

Como segundo punto, los ciudadanos debemos de asegurarnos que todos los miembros de la sociedad, sean estos la minoría o mayoría, estén representados de forma igualitaria en nuestro Gobierno. Esto es especialmente importante en la rama legislativa adonde se han conocido de pocos esfuerzos para formular propuestas de legislación que brindan soluciones integrales para nuestras poblaciones marginadas entre ellas los enfermos adictos. 

Como tercer punto, el Gobierno de El Salvador es experto en reaccionar ante cualquier situación que el país o hecho lo amerite, pero ciertamente el Estado nunca ha apostado en la prevención sobre muchos temas, incluidos las adicciones; este es un punto importante, ya que si hubiera una política generalizada sobre la prevención, ciertamente fuera menor el número de adictos que existieran en el país y por lo tanto hubiera una disminución sustancial de poblaciones marginadas, índices de violencia y criminalidad asociada como lo es en este caso los adictos.

Es urgente la creación de políticas que faciliten la asistencia  terapéutica necesaria de todas aquellas personas consumidoras de sustancias psicoactivas, de la disposición de recursos a todas aquellas instituciones que se echan al hombro una responsabilidad que por orden constitucional le compete al Estado; políticas viables y funcionales que permitan el abordaje técnico y profesional bajo el prisma de la prevención de nuestras nuevas generaciones, fruto que podríamos estar recogiendo en un futuro cercano, encontrándonos con una juventud consiente, determinada, con proyectos de vida definidos y acompañados por los distintos entes de influencia social, con toda una nueva generación de líderes con amplio sentido humano.

Nuestra juventud en su silencio nos pide unirnos para rescatar los valores, para crear una nueva esperanza, para ser vida en medio de lo que hoy está muriendo. Todo se logra si se desea con el corazón y yo como joven contemporáneo lo creo, y no como una utopía.

Por lo anterior es donde nace la gran tarea de toda sociedad, del educador, de los lideres, del profesional o del consejero que aborda a un joven en conflicto, el típico antisocial; si en la mente de estas personas este menor es un delincuente, lo va a tratar como tal, su condicionamiento no le permitirá ver su gran potencial.  Nuestro deber es luchar por ser buenos seres humanos para poder ser un buen referente de estos jóvenes, que provienen de contextos que hablan claramente de una descomposición familiar, social y de una perdida de amor.

Son cuatro elementos de la sociedad los que a mi criterio no están cumpliendo bien su tarea: la familia, la escuela, el Estado y la Iglesia. El trabajo con ellos es de amor y ley porque a ellos les han faltado referentes. No es el amor mal entendido que raya en la anarquía.

Exhorto a todos aquellas entidades e instituciones tanto públicas como privadas y personas que en su individualidad están revestidos con el carisma del liderazgo y que tenemos la capacidad de generar una influencia social positiva, a que nos unamos y abracemos juntos los valores como la Opción por la Vida como una invitación a transformar las tendencias destructivas de la subcultura de las dependencias por un encuentro constructivo y creativo consigo mismo y con el otro. El Respeto, comprendiendo que cada persona es un ser diferente y tiene necesidades distintas. El respeto como reflejo en el reconocimiento de dichas diferencias y en la atención de sus necesidades y derechos.

Deseo invitar a no dejar para mañana lo que podemos iniciar el día de ahora, donde la postergación y la pasividad se han convertido en la característica principal frente a toda la problemática expuesta, es momento de despojarnos del juego palabras y la construcción de proyectos que no llegan a convertirse en más que un ideal, sino a tomar una verdadera conciencia con un dialogo abierto y empático que evolucione a una influencia  que genere innovación y conformidad por un bien común, donde las políticas públicas corran en una sola vía.  Tenemos que trabajar por generar un compromiso en nuestra sociedad que facilite la participación ciudadana abanderada por las nuevas generaciones que clamamos ejercer un papel protagónico frente a las problemáticas de país.

Motivo, por último, a participar de este gran proceso, que a largo plazo sería muy gratificante. Invito a toda la sociedad y el Estado a que nos comprometamos con sonrisas, no con señalamientos, estigmas, juicios, penas y cárceles; sino a que demos todo con amor a aquellos que lo necesitan. En Medellín, Colombia, durante mi último proceso de certificación,  aprendí que estos jóvenes son ángeles con una sola ala, y me enamoré por buscar el despliegue de la segunda para que emprendan vuelo, un vuelo libre y con brillo propio, es ahí donde mi vida se convierte en un eterno servicio.

Texto aparece originalmente en el libro "El Pais Que Viene: Horizonte Comun" Editor Diego Echegoyen. Enero 2018. ISBN:978-99923-922-9-4

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